La muerte de Arturo Pajuelo, ocurrida tras las heridas recibidas el pasado 1 de mayo a manos de presuntos ultras, movilizó ayer en Orcasitas a unas 40.000 personas, que, a través de huelgas y manifestaciones, se sumaron a la jornada de lucha convocada por la Asociación de Vecinos Guetaria, de la que él era directivo. Los tres núcleos de Orcasitas permanecieron en huelga durante todo el día, incluidos comercios y colegios. A última hora de la tarde, millares de personas se manifestaban en Vallecas, Villaverde, barrio del Pilar, Orcasitas, Quintana, Carabanchel y Getafe. Al menos tres personas habían sido detenidas en el transcurso de los incidentes.
La imagen y el destino del barrio de Orcasitas parecen estar comprendidos en su nombre. Es, sobre todo, una agrupación de casitas que, hasta hace una semana, solían amenazar ruina y que ahora, desde la muerte de Arturo Pajuelo, simplemente amenazan. Dicen los vecinos del Poblado Dirigido que Arturo no era un político, sino un vecino. A sus 33 años, sólo se le reconocía una activa militancia en la asociación Guetaria, creada para reivindicar casitas sin grietas de las que pudiese beneficiarse una mayoría de obreros de la construcción, fuertemente engrosada por mecánicos de Chrysler, ajustadores de Marconi, bondadosos trepadores de Telefónica y Standard, expertos, quiere decirse, en piezas y postes. Y, sobre todo, en grietas.Dicen que Arturo Pajuelo era un vehemente muchacho que cometió el error de dejarse el pelo afro. Lo suyo, jura Lorenzo García, directivo de la asociación Guetaria, era manejar adecuadamente los hilos que desembocaban en Joaquín Garrigues Walker, cuya visita al barrio, cuando era ministro de Obras Públicas, todos recuerdan muy bien. Tenía, dicen, un teléfono rojo que comunicaba con la Administración, y otro que comunicaba con el vecindario. Se comentó muchas veces su labia para reivindicar la casa que los vecinos siempre han soñado y que ya empezaban a ver en los nuevos bloques señalados con franjas de colores, «franjas para orientar al cartero». Arturo tenía también ocho hermanos, «entre ellos una subnormal, que es un problema que ha dejado el chico», y trabajaba como delineante en Construcciones Aeronáuticas, SA (CASA), aunque no había olvidado su viejo proyecto de convertirse en arquitecto, quizá por la inevitable obsesión de las casitas.
Ayer por la mañana, Meseta y Orcasur se habían solidarizado con la convocatoria de paro general, y los vecinos estaban en la calle, bajo las grietas y los crespones, leyendo los letreros de las pancartas: Arturo, tu memoria nos da fuerzas para seguir luchando; Arturo, por nosotros tu vida has dado..., y otras leyendas que, invariablemente, empiezan con el nombre de Arturo. La más terrible terminaba con una promesa incendiaria: Nosotros no perdonamos. Cerraron las escuelas, las farmacias, los establecimientos comerciales y muchos trabajadores no acudieron a las fábricas.
Grupos de trabajo y propaganda
En el antiguo colegio de monjas marianistas, donde ahora se imparten clases a los adultos aspirantes al título de Graduado Escolar, los vecinos y asociados de Guetaria habían organizado grupos de trabajo y propaganda. Una representación de Meseta, Orcasur y Poblado Dirigido permanecería, durante las próximas horas, junto al teléfono para hablar con todos los comunicantes solidarios. Fueron enviados repartidores de octavillas, a las líneas de Metro más concurridas para informar a los madrileños sobre el programa de actos de protesta. Casi todos los colegiales se apuntaron a la manifestación de media mañana con sus pancartas naïf, como en un entrenamiento Dice Lorenzo García, el presidente, que «entre chicos y grandes se han manifestado 4.000 o tal vez 5.000».A mediodía, los muchachos del comité de propaganda y extensión hacían un recuento de adhesiones. «El mercado de Villaverde Alto cerrará en protesta a última hora de la tarde, los trabajadores de la central del Banco de Vizcaya han convocado un paro de una hora, Construcciones Aeronáuticas se reunirá en asamblea a la hora de comer, cuatro asociaciones de vecinos de Getafe han promovido un funeral para mañana, los de Primero de Octubre están reunidos en asamblea y más de treinta empresas han convocado paros y reuniones».
A la entrada al local, a mano izquierda, donde los adultos se sientan en las sillas abandonadas por los niños, hay, frente a una pizarra de hule abarquillada por las agresiones de la tiza, un último cartel esperanzador: «Nosotros cerraremos la herida». Dice Lorenzo García, mecánico y directivo, que Arturo fue sólo un líder cuyo único partido político era el barrio. «Cuando los médicos de la Ciudad Sanitaria Primero de Octubre pidieron sangre para sus transfusiones, más de seiscientos vecinos se fueron corriendo a darla». O a devolvérsela.